domingo, 16 de junio de 2013




En el silbido de la noche, Donde el canto pasajero de los dioses.
Cabalgan a media luz.
Sobre el rincón se derriten las flagelaciones de los santos.
Y canto como una luciérnaga perdida en efímero acto carnal.
Una mujer de faldas floreadas acarrea la labia de la anciana,
Ensuciando la tristeza de puritana alegría sobre los caracoles del crepúsculo.
Entonces divago en sepia o antiguamente entre tanta cara desconocida.
Y aunque este frente a un amigo, no verá como yo los amaneceres perpetuos.
Con mis ojos clínicos, Hasta en el aullido de la hermandad se escuchan,
Los diferentes himnos cristalinos.
Arriba en el Infierno etéreo, donde se rifan la madre en cada esquina.
 Inventamos nuestro propio veneno, y lo habitamos en nuestro propio pecado.
Donde el grito espantoso, regresa al pensamiento, y nuestro pensamiento regresa al vacío.
Miramos los horizontes con baba de sapo, junto a los predicadores destapados.
Nuestras casas de energía cobijando a escritores de novela negra bajo este manto que llamamos noche.
Describiendo con todo el dolo de la vida, lo que la vida es para el mundo.
Entremezclando historias, escuchadas por nuestros átomos.
Cada Cuark en cada cabello del universo.
Y por las tardes cada televisor encendido, frente a cada desempleado domestico.
Amor de loto, créeme que todos se han ido.
Solo quedan las pastillas frente a los espejos sinceros de mis ojos.
Y los balazos sagrados de la noche que corrompen el sueño de la luna.
Que vayan a RECHINGAR A TODA SU PUTA MADRE!!!!
Los sicarios y su tristeza animal que desata luz, junto a sus sueños espesos de miseria.
Quédate conmigo esta noche nena, traigo vino, cerveza, moronga y chocolates.
La luz de la infancia me ha abandonado.
Solo me has quedado y tus frescos dedos.



Autor: Saúl García Estrella.






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