En el silbido
de la noche, Donde el canto pasajero de los dioses.
Cabalgan a
media luz.
Sobre el
rincón se derriten las flagelaciones de los santos.
Y canto como
una luciérnaga perdida en efímero acto carnal.
Una mujer de
faldas floreadas acarrea la labia de la anciana,
Ensuciando la
tristeza de puritana alegría sobre los caracoles del crepúsculo.
Entonces
divago en sepia o antiguamente entre tanta cara desconocida.
Y aunque este
frente a un amigo, no verá como yo los amaneceres perpetuos.
Con mis ojos
clínicos, Hasta en el aullido de la hermandad se escuchan,
Los
diferentes himnos cristalinos.
Arriba en el
Infierno etéreo, donde se rifan la madre en cada esquina.
Inventamos nuestro propio veneno, y lo habitamos
en nuestro propio pecado.
Donde el
grito espantoso, regresa al pensamiento, y nuestro pensamiento regresa al vacío.
Miramos los
horizontes con baba de sapo, junto a los predicadores destapados.
Nuestras casas
de energía cobijando a escritores de novela negra bajo este manto que llamamos
noche.
Describiendo
con todo el dolo de la vida, lo que la vida es para el mundo.
Entremezclando
historias, escuchadas por nuestros átomos.
Cada Cuark en
cada cabello del universo.
Y por las
tardes cada televisor encendido, frente a cada desempleado domestico.
Amor de loto,
créeme que todos se han ido.
Solo quedan
las pastillas frente a los espejos sinceros de mis ojos.
Y los balazos
sagrados de la noche que corrompen el sueño de la luna.
Que vayan a
RECHINGAR A TODA SU PUTA MADRE!!!!
Los sicarios
y su tristeza animal que desata luz, junto a sus sueños espesos de miseria.
Quédate
conmigo esta noche nena, traigo vino, cerveza, moronga y chocolates.
La luz de la
infancia me ha abandonado.
Solo me has
quedado TÚ y tus frescos dedos.
Autor: Saúl García Estrella.
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