Cuando era niño me pasaron cosas curiosas, que ahora de
grande no me lo explico cómo sucedieron esas cosas raras, desde la infancia era
atraído por cosas desconocidas como los fantasmas, duendes, el mito y la
leyenda. Mis padres siempre me inculcaron ir a la iglesia tener fe en dios y
demás. Todos mis amigos iban de aquí para allá a jugar y de allá para acá,
recuerdo que cuando éramos niños nos juntábamos en la cuadra a hacer travesuras
o volarnos las naranjas del árbol de doña Aurora, meternos silenciosamente a la
casa de las muñecas; así le decíamos a una casa que se encontraba frente a mi
casa en donde vivían cinco hermanas de diferente edades, pero todas de una
belleza de barrio de esas que no dejas de platicar con ella mientras juegas en
la colonia. Una tarde estábamos en la calle Pepe, Carlos, Miguel, las hermanas Elisa,
Rebeca y yo. Estábamos jugando como
cualquier tarde de los años noventa cálida, serena y media nublada, cuando a
Carlos se le ocurre ir al a los campos que estaban cerca de la Av. Reynosa,
(Los campos de los Zorros) nosotros vivíamos a faldas del cerro de la silla,
incluso nuestras casas forman parte del cerro ya que realmente la falda de la
montaña comienza en la Av. Pablo Livas una avenida antes de Eloy Cavazos la
ultima Avenida pegada al cerro donde ahora se transita un inmenso tráfico y
sigue creciendo.
El punto es que aunque fuera tarde para llegar
a esos campos de los Zorros donde anteriormente iban a jugar una gran cantidad
de niños traídos de muchas partes. Nosotros decidimos ir caminando bajar hasta aquel punto, tener que cruzar el
río la silla por un puente donde la
mayor parte de ahí esta oscura
Carlos: hey!! vamos
al campo de los Zorros.
Elisa: estás loco, está bien lejos y hay que ir caminando.
Pepe: si vamos!! Me llevo el balón de fut, para jugar allá.
Miguel: pues yo si voy, si van si voy.
Rebeca: Elisa no!! Mama no nos deja ir más allá de la
esquina.
Yo: pues si todos van, si voy.
Carlos: Ándale Elisa!! Pide permiso o es más, no pidan
permiso y vamos así de volada.
Yo: pues si no quieren ir, no las obligues.
Pepe: Vamos rajonas, tu Rebeca el otro día me dijiste que
querías ir conmigo al campo de los Zorros, pues ahora vamos!!
Miguel: Achis!! A mí me dijo que quería ir conmigo al río a
pasar la tarde y pescar ranas.
Elisa: Ya ves como eres Rebeca, que paso?
Rebeca: Yo ni me acuerdo de nada, y si quieren ir pues vamos
pero ya, antes de que venga mi papa de trabajar llega a las nueve de la noche,
verdad Elisa.
Elisa: si quieres ir mana?
Rebeca: si, si no le dices a mama y papa.
Elisa: ok, no diré nada Vámonos!!
Yo: vamos.
Miguel: traite el balón Pepe y unos botes de agua.
Carlos: lleven para comprar papitas o llegamos con Doña
Brígida a comprar elotes.
Rebeca: Nombre así
vámonos!!
Así partimos los seis niños en busca de diversión a esos
campos llenos de arboles enormes donde los troncos parecieran que ya habían
cumplido dos siglos, pues las copas de los troncos estaban más grande que
nuestras casas, caminamos calle abajo, descendiendo por la calle Hidalgo
(nuestra cuadra) en aquel tiempo nuestro barrio ya era viejo y para nuestra
fortuna, todavía no se construían aéreas comerciales para nuestro rumbo, ni
tampoco casas como las que ahora hay.
Bajamos jugando,
gritando, Elisa a veces me abrazaba y me tiraba, a Rebeca le gustaba Miguel,
pero no atrevía a decírselo todos sabíamos. Cruzamos Pablo Livas, y llegamos
hasta donde está el puente de la Av. Lázaro Cárdenas, sobre el rio la silla, Ahí
nos detuvimos Pepe se acerco a nosotros
y nos dijo:
Pepe: Oigan, vamos a ver las lechuzas, mi papa dice que se
esconden debajo del puente y dice que
hay muchas.
Carlos: No manches, Lechuzas, Debajo del puente apoco ahí se
esconden?
Pepe: si, vamos a atrapar una o que.
Elisa: Nombre esas son brujas, aparte dicen que te escupen y
además yo no creo que estén ahí.
Miguel: Pues apenas ver, comoquiera vamos a bajar al rio
sirve que pescamos algo, ¿tú qué dices Ulises?
Yo: Pues vamos a ver primero desde arriba haber si hay a lo
mejor y pescamos una.
Rebeca: yo no voy aquí los espero yo si les tengo miedo.
Pepe: vamos todos, agarren piedras y palos.
Al caminar todos por el puente llegamos a la mitad por donde
había dos aperturas, que nos permitían ver hacia abajo, nos acercamos todos nos
asomamos y solo vimos el rió que pasaba tranquilamente del otro lado del puente
había otras tres agujeros sobre la banqueta pareciera que el puente estaba viejísimo
y se fuera a caer. Al no tener éxito en ver si estaban esos pájaros nocturnos,
corrimos hacia el otro extremo, el primero en llegar fue Pepe que se asomo
hacia abajo primero. Al llegar nosotros nos dijo: -no manchen ahí están, son
muchas- a lo que Elisa contesto: -haber déjanos ver- todos nos amontonamos para observar la congregación
de enormes pájaros blancos cafés al fondo del puente, fácilmente yo recuerdo
que había fácil más de cincuenta Lechuzas, y todas peleaban amontonadas por la
comida, algunas eran más grandes que otras, y empujaban a las más pequeñas para
quitarles la comida, y cual fuera nuestra sorpresa que estos Pájaros estaban
comiendo ratas y tlacuaches, las
destripaban con sus enormes picos y las desgarraban con sus enormes uñas. Nosotros
viendo sorprendidos desde lo alto del puente,
solo se escuchaba el pilar de las ratas cuando estas les encajaban sus
picos en sus cuerpos, no sé de dónde salían mas Lechuzas trayendo mas ratas y
tlacuaches era como una gran fiesta, se escuchaban los aleteos de algunas que volaban al otro extremo del puente
buscando la oscuridad.
También emitían un
sonido extraño como un silbido pero agresivo. Entonces a Pepe se le ocurre
aventarle una piedra al centro donde comían desesperadamente a los roedores.
Algunas estaban llenas de sangre pareciera que urgían hasta lo último de la
rata. Cuando cayo la enorme piedra se escucho el eco del choque con el suelo
todas las Lechuzas como si se dieran cuenta que estábamos ahí voltearon hacia
arriba por donde estábamos nosotros, nos vieron algunas otras simplemente seguían
comiendo. Tenían una mirada muy misteriosa, era como si tuvieran cara de
humanos, parecían algo serias pero veían más allá de nuestros ojos. Recuerdo
que una se nos quedo viendo fijamente a
lo que Pepe les volvió a aventar otra piedra, y esta hizo un sonido chillante voló
hacia nosotros a lo que rápidamente corrimos,
corrimos alejándonos de ahí Pepe se
quería volver estaba con ganas de atrapar una Las hermanas Elisa y Rebeca no
querían volver estaban espantadas con tal escena que vieron, yo estaba perplejo
no sabía si era real lo que había visto, Miguel y Carlos también estaban
espantados pero querían volver a aventarles piedras. No volvimos simplemente
nos fuimos al campo sin darle importancia a esas cosas, nos sorprendían por
supuesto pero éramos solo niños que curioseaban
Desde que era un niño de cinco años recuerdo que siempre los
vecinos de la colonia y mis padres platicaban historias de que a faldas del
cerro de la silla sucedían cosas extrañas como el avistamiento de un hombre
pájaro por las madrugadas, un fantasma que se subía a los carros en la exacta curva del famoso parque de la
pastora Zoológico y bosque, grandes fogatas que se avistaban desde nuestro
barrio hasta lo que era poco más de la mitad de la montaña, nadie sabía quién?
O qué? Era lo que ocasionaba esas enormes llamaradas de fuego. Siempre escuchaba a mi madre que decía que
cuando estaba esperando a mi hermano pequeño escuchaba una carcajada fuera de
la casa de una mujer a altas horas de la madrugada, todas las noches y siempre
a la misma hora. Ella decía: –es la bruja que se quiere llevar a mi hijo- mi
padre escéptico a esos temas decía que era la vecina que estaba agarrando la
fiesta con sus familiares, pero la
intuición de una madre va más allá de cualquier cosa terrenal. Ellas saben
cuando algo anda mal.
Así que una noche
cuando dormíamos y la calle estaba tranquila y serena en la madrugada, mis
padres en aquel tiempo dormían en el cuarto que daba a la calle y si pasaba
alguien caminando se escuchaba rápidamente en la recamara. Eran las tres de la
mañana cuando una carcajada estruendosa de una mujer de algunos cuarenta años
se escucho en el árbol de enfrente una gran encino que era de Doña Aurora. Mi
madre la escucho primero, a la segunda carcajada me despertó a mí, que dormía
en la recamara trasera de la casa junto con mi hermano menor, no había
escuchado en mi corta vida tremendo alarido podría decirse, ya que aparte de
que me despertó me asusto, rápidamente corrí a la recamara de mis padre dejando
a mi hermano a la deriva pues estaba totalmente dormido, así que corrí del
susto y toque la puerta de mis padres mi madre abrió rápido.
-Que haces aquí, ¡Ulises! Ahí anda la bruja, donde está tu
hermano? – dijo mi madre, a lo que conteste
- Mama!! Escuche una risa muy fea, me asusto.-
Mama: corre a la vitrina y saca las tijeras que están en la
puerta izquierda apúrate!!
Corrí rápidamente a la sala en la oscuridad de la casa pues
ni siquiera hice el intento de prender la luz, según yo para que no se diera
cuenta la bruja de que estábamos despiertos. Saque las tijeras que mi madre me
dijo, regrese rápido al cuarto de mi padre. Escuchaba a mi madre diciéndole a
mi padre que se levantara porque la bruja había regresado, pero los esfuerzos
de mi madre fueron en vano. Pues él estaba profundamente dormido y hacía caso
omiso a mi madre.
Madre: Ulises,
traite también del refrigerador Chile, tomate y cebolla.
Yo: para que mama?
Madre: los voy a poner en la ventana es un remedio, que
aprendí de Parras, ándale tráeselo!!
Así que me devolví rápidamente a la cocina sin encender la
luz y en eso escucho ese estruendo terrorífico, ese alarido cruel,
maquiavélico, grotesco de una carcajada burlona, recuerdo que era algo así como
perros peleándose y al final de cada carcajada se escuchaba un pequeño gruñido
como de un marrano enojado, llegue a la
cocina tome el tomate, la cebolla y el Chile Regrese rápida mente corriendo a
la recamara cuando, ahí de nuevo la carcajada esta vez más cerca como si estuviera cerquita de la ventana,
llegue con mi madre y le di las verduras.
Madre: Chingado!!! Se me olvido pedirte la sal también mijo
ve corre, rápido!!
Al darme la media vuelta y correr por el pasillo que da a la
cocina, en busca de la sal sentí un escalofrió que recorrió toda mi columna
vertebral, pues al fondo de la casa, en el patio trasero alcancé a ver una ave
enorme que aleteaba las mas enormes alas que jamás había visto en mi corta existencia,
fui a la cocina tome la sal y se la lleve a mi madre.
Mi madre con su enorme estomago de embarazada, camino hacia
la ventana que daba a la calle, tomo las tijeras cortó el tomate, la cebolla y
el Chile y los puso en el borde puso un puño de sal y tomo una pequeña cinta
roja que tenía en su máquina de coser dijo lo siguiente:
Madre: Baño de
brujas, baño de brujas tortura empleada para arrancar sus confesiones, Baño de
brujas, baño de brujas tortura empleada para arrancar sus confesiones, Baño de
brujas, baño de brujas tortura empleada para arrancar sus confesiones, Ato sus
pies y manos para su conjuro Bálsamo, Ato sus pies y manos para su conjuro
Bálsamo, llévate estas cosas para no manipular la naturaleza, mañana me las
traes, llévate estas cosas que tengo para ti para no manipular la naturaleza,
mijo es de dios, mijo es de dios, mijo es de dios!!!
Con este conjuro o rezo que mi madre decía susurrándome junto a la ventana yo la miraba poco asustado por que no sabía lo que hacía
pero al instante las carcajadas dejaron de escucharse esa noche. Traje a mi
hermano del cuarto y nos dormimos con mis padres todos juntos mi madre dijo:
-esa cosa no volverá por aquí, no se llevara a mi hijo- a lo que yo la miraba
como una heroína de la noche anónima una simple ama de casa, no sé qué fue lo
que paso, pero ella ahuyento a ese pájaro esa noche y después dormimos
tranquilos nadie de mi familia recuerda los que paso esa noche, solo mi madre y
yo. Porque yo fui testigo de cómo la bruja se quería llevar a mi hermano ó no
se qué diablos quería, pero estaba allí por algo.