En el tiempo
donde me sentía extranjero de mi mundo.
Esas
experiencias surreales que me dieron el miedo y la fuerza.
A esas tardes
en las que imaginaba un nombre,
Donde soplaba
el viento, y las hojas de los arboles caían, sin ningún remordimiento.
Esos relatos
sombríos y cortos.
Personajes
fantásticos donde el peligro asechaba como novela de misterio.
Entristezco
al recordar todo lo que he escrito y se ha perdido.
No soy
cuidadoso como Saramago,
Soy de esos
poetas que pierde todo, o se suicida en el intento.
A todos mis
poemas, que recuerde.
A los que
arroje al fuego junto con las cartas de amores viejos.
Mis viajes
cortos al desierto del norte.
En la
infancia sembré lo que ahora escribo.
Y lo que
escribo es lo que ayer fui.
Condenar mi
frente por esta labor penosa.
Al niño y su
doctrina siempre fui, ese que se escondía detrás de las paredes.
A mi
semblanza y corazón sublime que bañado de letras en mi ataúd
Su balanza de sombras.
-García Estrella.