viernes, 1 de marzo de 2013

Déjame bajo la lonja de la niebla.



A lo distante, por donde los cuervos van sin vergüenza,
Cruzan sombras el cielo susurrando al viento.
Olor denso de árnica en tus jardines, Crepito las hogueras.
Las luciérnagas saben nuestro gran secreto, con antorchas acosan la  muerte de los demonios.
Y sus grandes cabezas bajo el húmedo bosque, camino empedrado de  solemnidades.
En el viento naufragan tus cabellos,  Un violín compone una rosa.
Tanta Luz que desertan tus ojos, avanzas con tu propio halo poético.
Como duele en la oscuridad,  como duele esta simple Ilusión.
Entre tanto, los libros aún permanecen  sobre los mismos rincones.
Ellos vuelven cansados y no hay luz en sus ojos.
Canto a mis huesos como álamos secos,
Entra en el corazón un silbido de grandes ruiseñores,
Pero mis huesos brillan y dividen la noche.
Antigua caricia que me diste junto a tu casa en la noche malsana.
Hablamos, escribimos y salpicamos, bajo el arco vacila un anciano.
Y su nombre apenas es recuerdo en esta vida, su aura quiebra la luz, el aire.
Esta acumulación desnuda es el regreso de los labios que se asoman.
Encajado en tu rostro, donde yacen nuestros poemas en tu morral.
Caminamos calle arriba en una desolada ciudad, exenta de ocultas laderas.
En tus pies de bailarina vive la melodía.
Antaño y somnoliento donde arranco mi venda.
La herida sanada por la deslizada célula.
Mirándote, quietamente como te mueves.
Pensar sobre nuestras historias caídas, triunfos.
Aquellos labios rojos que otros hombres, nunca olvidaron.
Ellos olvidaron que la llama solo se apago en sus ojos.
Tornasol taciturno luchando por los senos de un muerto.
Esperando todo el día en esta contemplación, 
Esperando a que venga el cierzo.
Existo debajo de mis rezos a mi ceniza  (Dios interior)
Pudieran los dioses venir a pedir una limosna de mi nombre.
Baba sobre todas las vaginas, y que no sea este mi último poema.
Estamos dentro del poema como el cierzo,
Que corre fugitivo sobre él mismo.
Belleza única, venganza única, el suicidio como rosa, como flor cubica.
Para que tú descubras que no eres masa, eres alma.
Se diría que como el cielo serías visto por siempre.
Aunque el disparo de pistola por la noche corrompa los miedos.
Aún vivo en la tierra,  eres un niño difunto que divaga en los desiertos mundanos.
Pero a nadie, le importan los pequeños locos infantiles que viajan solos por el país de los muertos.
Héroes en los ojos de una mujer, cine desesperado, conversar con extraños.
Exiliados de una picaresca escena obscena, solo vine a ver los ojos de la mujer de la taquilla.
Una aventura no hay, como este poema, como el riesgo de un vuelo en el viento sin transito, sin destino.
Pero ella también sabe que está muerta,  no hay furor contra esta tristeza que la corrompe.
Lo útil de su cuerpo y esa mudez de sus ojos: Oh! Belleza.
Se podría pensar que nadie sospecha que conservas esa belleza demente  de la infancia.
Pero el camino sigue como el de Jack Kerouac.
Sin fin, sin destino, sin alborotos.
Orgullosos los sonámbulos deputando la sangre del Caronte de sus mitigantes sueños.
Caronte entre tanto poema,  la mano me ciega en el lodo Febrero para saber: ¿De qué vida hablan?
Estos universos paralelos que se asoman desde el delirio inexistente,
Un Vino tinto alucinante, es un fuerte dios parado.
Rótulos de neón brillantes entre cada rincón donde se esconden los enamorados.
Esa gente misteriosa que pasa a tu lado, sin mirarte o mirarse, cada mañana cuando te diriges a un destino.
Y como la carcajada que llega desde el norte, sobrevivo entre mares de alcohol,
Música quemada, cuando el reloj avanza sin horizonte dentro del bar,
Contemplando  las lagrimas del mundo, una sociedad en las estrellas.
Ellos añoran el calor de nuestros besos.  
Solos, tristes desde el infinito nos observan, vengan despacio hacía mi Luna de dientes caídos.
Atrás quedan las huellas, queda el poeta así como el piano a la sinfonía.
 ¿Quién sabe mi nombre? Ceniza a la mesa de los bárbaros o soy alimento para el vino.
Luego los ríos lamieron sus piernas en esa rivera a la mujer del hombre muerto,
Que en el lecho de mis árboles sin hojas, con tu lengua desojas el árbol de mi sexo.
Palabras que caen, canciones que avanzan por la sombra, me asomo al pozo del surrealismo,
Poeta, extranjero en el mundo, conciencia en su cuerpo, en el bar hombres solos,
Tan solos, como la propia vida, monstruo grotesco de algún rostro desconocido.
Excomulgado en  su propio altar, como un hilo, ahora es dulce sumergirse en la inmensa lonja de la niebla.
Ahora aquí donde todo es silencio, este mundo que me acoge, mundo de titíes disecados.
Déjame ir en la noche  en los brazos de la niebla.
Más allá del viento, más allá de la vida, hay una guitarra poderosa que armoniosa toca por sí sola.
La verdadera historia del Universo.






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