jueves, 21 de marzo de 2013

Cabalgo sobre mi propia Luz.


Hoy, subí la montaña y te vi en frente.
Te dije que ya no necesitaba del caballo para subir.
Luego, me miraste con esos ojos tuyos trascendentales.

Te recordé de aquella noche hablando con mi alma que eras tú.
Pensé en que debías saber que ya no dependía del corcel, ni del pegaso y ni siquiera del unicornio.
Porque hoy cabalgo en mi propia luz.

Hablar contigo es mi yoga y noto en tu rostro la misma experiencia.
Podría peinar tu aurora con las lágrimas de mi alma.
Saciar la vestimenta del infinito como una vecina desconocida.
Y arrancar tu halo con mis uñas frágiles.

Esta es la historia que nunca termina, debes acostumbrarte al hambre.
Cuando seas viajero podrás enseñarme, de momento, tienes patria y eso a mi inconsciente le congela.

Y es que, si me mato hoy, también mato al niño que jugaba aquella tarde en mil novecientos noventa y cinco.


Poema escrito en colaboración con Alejandro Valdez.

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