Las montañas me hunden en la profunda serenidad que atrae a errantes y conocidos.
Si pensáramos en volver a comenzar y reconstruirnos.
Usaría solo una maleta con pequeños artículos simples.
El azar nos depara una idea, una palabra, un sueño.
Me abrigo en el rincón de un destino insospechoso y misterioso,
me escurro en los rincones de los enamorados.
Inicie mi viaje con un cuerpo lleno de huesos, embriagado de lirica.
Cogí la punta de la pluma que era más bien un amigo desconocido que me tendió su eterna compañía en el navío de los interminables versos que nos llevan a los mares tormentosos.
Naufrague muchas veces, como escribí a muchos amores sin saber donde iba terminar,
Tal vez un rincón me aguarda en algún lugar de la noche.
En la locura, y el deseo de fundir las ganas de contarlo todo.
Corrí al papel, como un hijo corre a los brazos de su madre.
Sin dejar escapar ni un solo momento, ni una solo olor, ni una sola imagen grácil.
Pero la letra comenzaba a tener vida propia y yo solo excavaba y excavaba, quiero entrar a ese laberinto de mi cerebro donde solo se siente la necesidad de hablar de alguien o de algo.
Y así comenzar a reconstruirme en la poesía, tal vez mala, tal vez buena.
¿Es posible despertar una mañana y dejar de ser ciegos y mudos?
lunes, 28 de noviembre de 2011
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