jueves, 8 de mayo de 2014

El tiempo.





A recorrer me he dedicado esta tarde.
A la aldea de mi ciudad, a sus solitarias calles,
Su gente carmesí me acompaño un solemne crepúsculo.
 en su máxima expresión es el único amigo que me queda.
El tiempo lo ha invadido todo, la banalidad  corrompe todo.
Todo vuelve a estar como antes de alguna manera.
Las calles empapadas de pálidas tristezas.
Como puede uno alejarse de su puerta.
sin que pase lo contrario.
la misma Iglesia, el mismo musgo, la mismas caras día con día.
Todo esta en su lugar, las mismas tribus urbanas.
Ni los viejos portones de madera que tanto apedreaba de niño.
Este es el Nuevo Reino de León, ¿Cual Pinche?
El mismo calor, el ruido que llega hasta el cerebro.
Todo tiene su placida leyenda anónima.
Hasta tu propia sombra reconozco,
nada ha cambiado en el Nuevo Reino de León ¿Cual Pinche?
El mismo ratero de la colonia el Picos.
Nada ha cambiado en el Reino de León.
Hasta el viento conoce mis ojos lagrimeados.
Esto es simplemente una ilusión, un sueño sin orillas ni final.
Una catarata sin fondo, no somos mas que una pequeña nube pasajera,
paseando en un  desierto poblado del norte.
con sus Edificios ridículos y sus clases sociales de pura mierda.
Vayamos por partes no sé que es lo que digo.
La mierda se me sube a la cabeza,cuando ya era la hora del silencio
emprendí mejor la huida, lejos de todo.
Al trabajo volvían las hermosas secretarias, las salude a todas.
Y me alimentaron el oído viajero,
como reían de mi esas hermosas mujeres.
Perfectamente seguí mi caminar hasta la música secreta.
recordé y enumere las hojas del atardecer, 
y me volví hacia el horizonte, mirando en un punto en la nada.
Seguí mi viaje como el que no espera nada de la vida.
Pasé frente la cantina el molino.
Me detuve delante de una tienda, donde lloraba un niño extraño.
con sus grandes orejas gritaba a su madre, que ella trataba de cargar 
.......muchas bolsas en sus brazos.
me seguí de largo sin llamar la atención,
el olor del café siempre es el mismo.
Silbe una vieja balada country.
No había nadie a mi paso quebrantado 
  También comencé a mirar la luna que se postraba,
      siempre la misma luna en mi cabeza,
en el mismo nuevo reino de león.
¿cual pinche es?
camino y miro al perro durmiendo bajo el ángulo recto de una estrella.
A estas alturas quisiera dormir con el olor de las violetas.
O caer en un callejón de Santiago N.L. 
  sorbiendo grandes tragos de atole.
El atole que mi madre hacía para curar la tristeza infantil.
Todo sigue igual, seguramente el vino encima de la mesa.
solo que el tiempo ahora es una tempestad de arena desértica.



-García Estrella.



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